El juego es un aspecto central durante la infancia de los hijos. Es más, su desarrollo integral es inseparable de la actividad lúdica y depende, sobre todo, de que pueda jugar a sus anchas. El niño aprende jugando. Cuanto más juegue más cosas aprenderá y más rápidamente lo hará. Pero no se puede ser tan exigente. No debemos pensar en el juego como un medio que tiene una finalidad. El juego es y debe ser un fin en sí mismo.
Empieza a gatear
Debemos proporcionarle la oportunidad de que sean ellos mismos los que cojan sus juguetes. El simple hecho de intentar coger un juguete ya es un juego para ellos y les ayudará, por un lado, a aumentar su autonomía haciendo movimientos intencionados, y por el otro, aprenderán a plantearse alternativas para conseguir su objetivo. Cuando ya pueden mantenerse sentados, es bueno que jueguen con pelotas y con objetos que puedan lanzar o hacer rodar. Así los estimularemos a que tiren las cosas y vayan a buscarlas, y se darán cuenta que las cosas que se van se pueden recuperar. Este tipo de juegos facilitará la separación de tus hijos cuando vaya a la guardería, etc. Y se puede fomentar con otros juegos como el de los pañuelos que cubren y descubren los objetos, permitiendo a nuestros hijos comprender poco a poco que lo que está tapado no desaparece, sino que permanece.
Hacia el año
Alrededor del año sus ganas por ponerse de pie ya serán incontrolables. Debemos vigilar que el entorno que rodea a nuestros hijos no les suponga ningún peligro ya que se caerá con mucha frecuencia. Hemos de tener especial cuidado con las esquinas y los objetos inestables. Cuanto más seguro les resulte a nuestros hijos el entorno en el que se mueve, más se lanzará a su descubrimiento. De todas maneras, tampoco es aconsejable vaciar el espacio, ya que éste ha de resultarles atractivo y debe tener objetos al alcance de ellos para que pueda experimentar libremente. Si vemos que les cuesta empezar a caminar podemos distanciar un poco los muebles para que se vea obligado a dar unos pasos.
A partir del año, el niño ya se desplaza, gatea, empieza a caminar. Es un todoterreno y tiene una energía increíble. Además, ha aprendido a coger las cosas, a tirarlas al suelo, a cambiarlas de mano, y no deja de aprender más y más. Su interés por las cosas que le rodean también crece a pasos agigantados y las posibilidades del juego son ahora múltiples. Los juegos sensoriales y corporales siguen siendo muy divertidos para él, pero cada vez tendremos que complicarlos un poco más y aderezarlos con una pizca más de ingenio.
La imitación: mil posibilidades de jugar
Entre 1 y 2 años, el bebé descubre algo grandioso: la posibilidad de imitar a sus padres y a todos aquellos que le rodean, lo que da lugar a una nueva forma de jugar que le sirve para acceder, poco a poco, al mundo de los adultos. Lo veremos coger cualquier objeto que le sirva y simular que habla por teléfono con la abuela, imitar el sonido de los animales que nosotros le hemos enseñado ("¿Qué hace el perro?", "¿Y el gatito?"), se tocará la nariz o los ojos como respuesta a nuestra pregunta "¿Dónde tienes la nariz?", bailará al ritmo de cualquier sintonía que oiga, nos dará de comer con una cuchara, se subirá a un taburete para mirarse en el espejo del lavabo y hacer que se peina o conducirá un coche mientras está sentado en el sofá. Y todo esto lo ha aprendido él solo, observando e imitándonos a nosotros. La imitación es un factor importantísimo a la hora de aprender y adquirir nuevos conocimientos.
Manualidades
El origami, por ejemplo, no sólo es un arte practicado por los adultos sino también por niños, en el siglo XIX fue introducido a la educación escolar japonesa por Friedrich Fröebel con la finalidad de enseñar las figuras geométricas. Adicionalmente por estos tiempos se introdujo el papel colorido que brinda mayor atractivo para los pequeños, entre los numerosos beneficios que aporta la práctica de este arte tenemos:
• Incentiva la imaginación y fomenta la expresión artística: una vez que el niño cuanta con conceptos básicos de este arte puede crear sus propios diseños llevando sus ideas al papel.
• Fortalece la autoestima: el niño ve hecho realidad una idea que tuvo, ve cumplido un objetivo, aparte de las alabanzas que recibirá por sus logros.
• Desarrolla la destreza manual y beneficia la atención: los dobleces que se requieren hacer deben ser exactos y precisos maximizando la atención y concentración cuando se está trabajando. Ejercita las manos, representa un masaje para los dedos, favorece la coordinación motora fina.
• Desarrolla la paciencia y la constancia: un diseño no saldrá bien la primera vez, poco a poco se irá mejorando, es necesaria mucha práctica para lograrlo.
• Fortalece: la memoria, imaginación y pensamiento.
• Aceleran el proceso de maduración del cerebro y un mejor desempeño intelectual en el futuro: debido al ejercicio de coordinación de las manos y dedos, es un trabajo activo de inteligencia, atención, además de ser un masaje natural en la punta de los dedos que favorece los procesos de excitación cerebral.
• La concentración que requiere ayuda a los niños a alejar su mente de situaciones de estrés, obsesiones y temores que puedan tener, cuando hacen origami, se olvidan de todo. Incluso es usado en niños con problemas emocionales.
• Es un sano momento de esparcimiento y distracción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario